¿Podemos escapar de la objetificación en el wrestling?
10 de Junio de 2025
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Hay algo que me quedó en la mente desde mitades del 2024, cuando Mina Shirakawa llegó a irrumpir la relación de Mariah May y Toni Storm. Espacios como Tumblr y... Cierto sector de Twitter fueron receptivos del potencial que tenía una historia sáfica como esta. Muchas mujeres y personas queer confiaron en que encontrarían en AEW una instancia de representación legítima y respetuosa, algo poco o nada visto antes en la lucha libre en la escala de la corriente principal. Por el otro lado, lugares como Facebook, Instagram y... Cierto otro sector de Twitter... Estaban celebrando pero por otros motivos. La sola imagen de Mina besando a Mariah fue suficiente para que salieran palabras como "porno" y "hot lesbian action". No les importó el historial previo entre Mina y Mariah en STARDOM, ni las implicaciones que éste podría tener sobre la dinámica entre Mariah y Toni, ni que Toni y Mariah habían salido del clóset como bisexuales en años recientes. ¿Se acuerdan de la bisexualidad? Mientras algunos celebraban con ojos lascivos, otros tachaban a AEW de intentar explotar el lesbianismo para subir números de audiencia. Porque una mujer besando a un hombre es una historia totalmente normal, pero una mujer besando a otra mujer no es más que un fetiche o un remate de chiste (Véase Lana x Liv Morgan).

Pero se entiende perfectamente la desconfianza, puesto que la lucha libre, históricamente y a groso modo, no ha sido el lugar predilecto para encontrar representación queer ni historias elaboradas. Todo lo contrario. E incluso al principio parecía que AEW se negaba a reconocer su propia historia como lo que era. Mientras Toni y Mariah se besaban, Tony Schiavone insistía en mantener el ángulo de que la relación entre ellas era estrictamente de madre e hija simbólicas. Eventualmente tuvieron que ceder. Hubo incluso otras mujeres y personas queer que no aprobaban la historia, que también la tachaban de más fetichización contraproducente. No se detuvieron a pensar si había algo de sustancia en esta historia, o si era decisión propia de estas luchadoras contarla, el mero hecho de "mujer + mujer + mujer" ya era suficiente para descalificarla como vacía y explotadora. Como si AEW hubiese forzado a estas talentosas competidoras a mostrar este lado de ellas. Y entonces no importaba cuántos fanarts sentidos se dibujaron, cuántos fanfics se escribieron desde el corazón, cuántos artículos y análisis detallando los más finos hilos psicológicos de estos personajes fueron publicados, ni cuántos videoensayos extensivos fueron editados. No importaba siquiera con cuánto trasfondo narrativo las mismas Mina, Mariah y Toni mezclaban la sexualidad de su historia. Los cerebros de la población general fueron entrenados para ver mujeres atractivas besándose como nada más que eso, lo que se ve a superficie. Material para "goonear" como dicen los chicos.
Una querida amiga en Twitter ventiló en esa época que odiaba que los hombres siquiera pudiesen percibir esta historia. ¿Y cómo no sentirse así? La cúspide de la comedia para muchos es superimponer un logo de Brazzers en una captura de pantalla, o en la época moderna, hacer una rancia imagen manipulada con IAG. Hola, Stephanie Vaquer.

No soy amiga de Stephanie, no soy psicóloga, no la conozco, no estoy en su mente. No tenemos confirmación pública y exacta de cómo se siente internamente con el revuelo que causa el Beso del Diablo. Pero podemos ver que no tiene problema en hacerlo con gusto, ni en apelar al obsesivo y a veces asqueante festejo de Booker T. Sabemos que Stephanie muestra su cuerpo en Instagram sin problema, y que cuando los "Me Gusta" eran públicos en Twitter no tenía problema en dejar varios en gifs pornográficos. ¡Boo! A las mujeres les gusta la sexualidad. A otras no, pero a muchísimas sí. Para algunas es incluso de lo más importante en su vida. Y el rango en el que cada mujer está dispuesta a demostrarlo, y la manera en la que lo hacen va a depender de cada mujer individual. Es su decisión y debería ser respetada. Sin embargo, la percepción de estas cosas puede llegar a tener efecto sobre cómo una persona ve la lucha libre femenina en sí. Muchos van a reducir a Vaquer a su físico. Muchos van a fetichizarla. Muchos van a ignorar al ser humano y a la luchadora para quedarse con el cuerpo. Y como lo hacen con Stephanie, aprenderán a hacerlo con el resto de las luchadoras. Y la contrarreacción a esto puede ser vista en personajes como los de Zoey Stark, comentarios como los de Mickie James en WWE LFG, y opiniones de muchos fans alrededor del mundo. Una sección de fans ve la sexualización y explotación desmedida que ha tenido la lucha libre femenina en su historia, y pasarán a rechazar cualquier atisbo de sexualidad de ahí en adelante. Y el problema es que al seguir ese camino van a culpar a las luchadoras mismas de esto. Un efecto como este no se da solamente en la lucha libre, y tenemos años de discusión sobre lo puritana que se volvió la generación Z, o el debate interminable entre feministas liberales y feministas radicales alrededor del sistema de trabajo sexual y la sexualización general de la mujer en medios de comunicación (Véase Sabrina Carpenter o Sydney Sweeney) para entender lo que está pasando acá.

Las mujeres deben ser capaces de decidir qué hacen con su cuerpo. Pero también es innegable que hay un sistema cuyo poder se beneficia cuando las mujeres exploran su sexualidad abiertamente. Las mujeres deberían ser empoderadas, pero no puedo evitar la sensación de ruido cuando una luchadora independiente que no tiene los medios para mantener ingresos estables debe recurrir a OnlyFans para seguir adelante con su sueño (O, más común en los viejos tiempos, los "custom matches".) Cuando Elayna Black critica a los pervertidos que simultáneamente la atacan y la fetichizan a la vez, pero también se ve encomendada a abrir un OnlyFans para alimenta relaciones parasociales con ellos. Cuando una luchadora que debutó a los 16 años en la escena independiente de Chile apenas está por cumplir 18 pero ya la sexualizaron hasta el cansancio, con su compañera de equipo -ya mayor de edad- alentándola a menear el culo en su entrada. Nada de esto es culpa de las mujeres mencionadas, sino de ese sistema. Obviamente van a explotar lo que tienen a su favor para ganar más rédito, popularidad, relevancia y éxito en sus carreras. Pero, ¿Cuántas de estas luchadoras con servicios de contenido exclusivo están haciendo esto por gusto propio y no por necesidad? ¿Cuántas de estas luchadoras hubiesen creado una cuenta en plataformas así de haber tenido el dinero necesario para sustentarse en primer lugar? Es genial que ahora muchas mujeres tengan esta oportunidad de ingresos que pueden crear desde la seguridad de su hogar, y que se sientan empoderadas al hacerlo, pero aún creo que se deben hacer estas últimas dos preguntas.
Mi deseo no es que las luchadoras repriman su sexualidad, ni prohibir que se hagan cuentas de contenido pago, y mucho menos limitar la creatividad que dio a este mundo personajes como Timeless Toni Storm, y la astucia cómica que permiten a Harley Cameron y Anna Jay brillar. Mi deseo que es que el mundo de la lucha libre independiente tenga condiciones de vida justas. Que las grandes empresas puedan atraer fanátic@s que vean a las luchadoras como más que lo buenas que están, y que no incentiven ese reduccionismo dichas empresas. Que se pueda hablar de sexualidad con la suficiente madurez y la suficiente gracia pícara y la suficiente transgresión, que se pueda expresar lo actractiva que es una luchadora sin llegar a la asquerosidad de decir "Me comería los granos de maíz en su mierda", o por el contrario, ver que una luchadora usa su sexualidad sin que alguien la tache de puta o que "sólo sirve para calentar."
Pero es muy fácil expresar deseos. Todo esto tomaría años de cambios generacionales, voluntad legítima de empresas y una reforma económica monumental. Un cambio de paradigma tan grande que es inimaginable ahora mismo. Entonces las empresas se van a seguir aprovechando de las mujeres, muchos fanáticos las van a seguir reduciendo, muchas mujeres se verán en la necesidad de exponerse a relaciones parasociales y acoso, y muchas otras personas las culparán a ellas a través de misoginia y slutshaming. Pero aún tengo fe en que ese cambio pueda venir. Mientras sigamos elevando estas preocupaciones, mientras los fans sigan creando arte y sobreanalizando detalles minúsculos en una historia, mientras las luchadoras hagan propuestas distintas, mientras sigamos no pidiendo, sino imponiendo nuevas visiones que hagan que un incel llore por lo woke que se ha vuelto la lucha libre y su comunidad, estamos en buen camino para escapar de este predicamento.